Cita
Bíblica: Romanos 14.17, 19 Pablo también nos recuerda que «el reino de Dios no
es comida ni bebida, agradarme a mí mismo a expensas de los sentimientos de los
demás», «sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Así que, sigamos lo
que contribuye a la paz y a la mutua edificación»
A Ricardo lo conocí en el
mejor momento de su vida. Era el propietario de un próspero Café, muy cerca de
la Liga de Ciclismo en la que yo trabajaba como Comisario de ciclismo.
Sobresalía por su
condición de hombre amable, tolerante y de muy buen humor. Eran otros tiempos
para todos. Para Ricardo y para mí.
El, con un firme
convencimiento de que la vida le sonreiría siempre, que no vendrían penurias
económicas, que el éxito estaba a sus pies.
Y yo con la certeza de que
tenía que seguir luchando a diario para salir adelante.
Pero con el
paso de los años, las circunstancias cambiaron. Para él, y para mí. Acepté a
Jesucristo y estaba ejerciendo como pastor.
Y una mañana llegó al
lugar en el que nos reuníamos a orar, en el centro de Santa Cruz de La Sierra en Bolivia.
Desecho, con la mirada de quien siente que no hay propósito para existir y ese
brillo inexplicable de la derrota.
Había perdido su negocio,
estaba inmerso en el alcoholismo y su familia le había vuelto la espalda por su
adicción al juego.
Hablamos y
coincidimos en un hecho: la vida cambia con una enorme rapidez. Y las cosas
pueden cambiar en cuestión de segundos. El lo había experimentado en carne
propia. Estaba arruinado...
Lo interesante
de la historia es que Ricardo renunció a esa inclinación suicida que le llevaba
a pensar en la muerte como la única salida a sus problemas.
Aceptó a Jesús como su
único y suficiente Salvador. Su visión de la vida cambió. Logró entender que
los seres humanos no valemos por las posesiones materiales sino por lo que
realmente somos. Hoy lucha por el sustento diario, pero a su manera, es feliz.
Las posesiones
materiales y la felicidad...
No dejan de
despertar inquietud las personas que pareciera, progresan sin mucho esfuerzo.
Son diferentes. Viven una
vida ajena a las necesidades, mientras que quizá usted enfrenta penurias
económicas.
Es más, se ven
sonrientes a toda hora. Nada les falta, todo les sobra. Y usted, haciendo
frente a cosas mínimas. Hay momentos en que carece de lo más elemental...
Pero detrás de
las posesiones materiales, está la vida plena, esa que no se consigue con los
recursos.
La felicidad no la venden
en la droguería, en cápsulas para tomar cada ocho horas. Es un estado del alma.
Es un crecer diario. Es un aprender en todo momento.
Cuando cursaba
la formación teológica en el Seminario, nos hacían mucho énfasis en la
necesidad de depender de Dios y no de la provisión económica ni las posesiones
materiales. Esa, nos decían, no es la felicidad verdadera.
La felicidad la podríamos
identificar cuando, sin tener mayor disponibilidad financiera, pudiéramos tener
paz mental y espiritual.
Y ese
convencimiento me asiste hoy. Toma mayor fuerza cuando recibo diariamente
cartas de personas que, en un momento dado de su existencia, pierden todo y se
echan al dolor porque consideran que el mundo se hunde sus pies.
Somos
verdaderamente libres, cuando reconocemos que nuestro mayor valor está en el
ser y no en la disponibilidad económica, la posición social, el número de
carreras profesionales que hayamos cursado o quizá el cargo laboral que
desempeñemos.
Quienes
sucumbieron a las crisis, no estaban preparados para comenzar de nuevo.
Perdieron todo y renunciaron a su capacidad de luchar.
Tienen mentalidad de
fracasados y olvidan que los ganadores siempre están dispuestos a reiniciar, a
levantarse, a no quedarse en el suelo.
La Biblia
declara: “Mejor es lo poco del justo, que las
riquezas de muchos pecadores. Porque los brazos de los impíos serán quebrados;
mas el que sostiene a los justos es Jehová” (Salmos 37: 16, 17).
Depender de
Dios es la única fuente de tranquilidad que podemos alcanzar. Lo demás, viene
por añadidura.
De nada sirve tener
solidez financiera, si nuestra vida es un caos. Pero si tenemos el poder del
Creador obrando en nuestro ser, cuando vengan las posesiones, podremos
disfrutarlas realmente.
Antes de
terminar deseo invitarle para que tome la mejor decisión de su vida. Acepte a
Jesucristo en su corazón.
Es la mejor decisión que
puede tomar. Y es muy sencilla. Sólo basta que haga una sencilla oración, allí
frente al computador. Dígale: “Señor
Jesucristo, reconozco que te necesito, que mi vida es un caos y necesita se
reorientada. Te pido que entres en mi corazón y me hagas una persona nueva.
Gracias por la oportunidad que me brindas. Obra en mí los cambios que necesito.
Amén”.
Su existencia
no será la misma desde hoy, en adelante se lo puedo asegurar.
Si tiene alguna
pregunta, sugerencia o inquietud, escríbame ahora mismo al siguiente correo electrónico
tunuevaalegria@gmil.com donde le daremos una
respuesta a la luz de la Palabra de Dios y bajo la guía de Su Santo Espíritu-
Dios le Bendiga ricamente
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